Digitex, tanto va el cántaro a la fuente que al final se jode.

Febrero 2001- Diciembre 2021

Hubo un tiempo en el que fuimos felices

Principio-final

De Digitex recuerdo muchísimas cosas…recuerdo el curso en Madrid antes de abrir la plataforma en León. Lo recuerdo muy bien porque dos de las personas con las que lo empecé siguen siendo muy buenas amigas a día de hoy. Solo por eso mi paso por la empresa ya mereció la pena. Recuerdo la locura del primer día en Bordadores, los nervios de los teleoperadores, el famoso sistema de puntos de Movistar, los cientos de reclamaciones atendidas cada día porque los teléfonos no llegaban a los clientes. Todo era culpa de las empresas de transporte…¡¡Cuántos gritos tuve que soportar al oído porque alguien no había recibido su Nokia 8210, el último grito en telefonía!! Menos mal que entonces el IPhone 11 eran solo ciencia ficción…de haber existido, algún chiflado habría entrado en el edificio cargando un rifle y pidiendo explicaciones. Recuerdo perfectamente a nuestro primer jefe, recién llegado de Madrid, un tal señor Aguado. Nos miraba como si fuéramos pueblerinos a los que nos estaba haciendo un gran favor. He oído que sigue siendo la misma rata que nunca abandona el barco. Tenía esa capacidad y habrá que admirarle por ello. ¿Por qué eligieron León? Porque por aquel entonces aquí no había muchas empresas. Era fácil deducir que seríamos más baratos y seguro que estábamos muy agradecidos. Conclusión: Fáciles de moldear porque no teníamos muchos sitios a los que huir.

Una leyenda

Recuerdo el 11S. Aquel día trabajaba de tarde y no se recibió ninguna llamada. El silencio inundaba todo el edificio. Nadie reclamaba sus teléfonos, nadie canjeaba sus puntos. Todo el mundo estaba pendiente del televisor.

Recuerdo la primera cena de Navidad. En general, de ese primer año me quedo con el buen ambiente que se respiraba. Entonces todos llevábamos solo unos meses trabajando, no nos había dado tiempo a quemarnos, y los malos rollos no habían hecho acto de presencia. Recuerdo haber ido a trabajar de empalmada. Hoy ya no volvería a hacerlo porque casi muero ese día y no he olvidado aún como cada grito de los clientes taladraba mi cerebro. Ser teleoperador es muy duro y está muy poco valorado. Por alguna extraña razón los clientes creen que no somos muy listos y que nos pueden gritar e insultar escudándose en el teléfono que les protege. Los coordinadores asoman la cabeza de vez en cuando para pedir que seamos más rápidos y tú solo quieres poner el mute, cagarte en el abuelito y la abuelita del cliente y salir de allí para no volver sin haber cometido una masacre.

Recuerdo que durante ese primer año disfruté muchísimo, pero un día tuve que mudarme a Zaragoza. Me emocionó mi fiesta de despedida, mi puesto lleno de pancartas, globos y regalos. Siempre tuve fama de borde…aún la tengo, pero me emocioné porque algo tenía que haber hecho bien. No puedo decir nada malo de ninguno de mis compañeros de entonces. Trabajábamos mucho, pero nos divertíamos. ¡Cuántas cenas en mi casa, cuántas fiestas hicimos! Supongo que éramos jóvenes, cualquier día era perfecto para celebrar.

Volví a León 2 años más tarde y de nuevo, mi buena amiga me ofreció la oportunidad de volver a trabajar en Digitex… en otra planta, con otros compañeros. Recién divorciada, una hija y la oportunidad de empezar de nuevo. Estaba feliz. De esa época recuerdo el Yeres y su deliciosa tortilla de patata, lo majo que era el dueño del Memphis y sus croquetas, para compensar al dueño del Cisne, de cuyo nombre no quiero acordarme porque solo le faltaba insultarnos mientras nos servía el café. En esa planta hice una amistad que dura hasta el día de hoy con alguien a la que entonces, no soportaba. Era verla o escucharla y echar a correr. Aprendí que no hay que dejarse llevar por las primeras impresiones.

Por Digitex ha pasado mucha gente en estos 20 años, unos con más éxito que otros. A algunos no solo los recuerdo yo, sino casi todo el mundo, con cariño, otros pasaron por allí sin pena ni gloria y muchos otros siempre serán recordados con las palabras: “Me caguen su vida…

Dicen que en la vida es muy importante saludar mientras subes para que te saluden cuando bajes. Ese fue el fallo que cometieron la mayoría de los que creyeron haber llegado a ser alguien importante en la empresa…Recibieron el cargo y con él, el látigo y la prepotencia. Dicen que no conoces a alguien hasta que le das cierto poder… gran verdad. De repente ya no eran Fulanito, sino el señor Fulanito. Como dice mi sabia amiga Mar: “Dame pan y llámame perro”. Por Digitex pasó mucha gente que prefería el título antes que el pan. En León la “titulitis” campa a sus anchas. Poseer un cargo con al menos 4 palabras les ponía mucho más cachondos que una buena nómina o los que hasta entonces habían sido sus amigos. Y todos esos fueron los que poco a poco se fueron cargando la empresa, porque poco a poco fueron minando la actitud de los que repetían 100 veces al día: “Buenos días, le atiende…. ¿en qué puedo ayudarle?”. No se puede tocar los cojones perennemente y pretender que todo siga funcionando como el engranaje de un reloj suizo.

Todo empieza a ir de mal en peor…

Recuerdo la mudanza a Onzonilla, la granja de pollos como la llamábamos la mayoría al principio. Recuerdo la pecera, aquel cubículo lleno de jefas y jefes que cambiaban constantemente. Menudo juego de sillas había allí dentro. ¡Cuantas torres han caído en Digitex a lo largo de estos 20 años! Cuanto más altas eran, más caían! Y de nuevo otro fallo y ese garrafal. Ninguna caída sirvió para enseñar a la siguiente torre que, aunque se comportara como una hija de puta y cumpliera con todas las bajezas que le exigiera la empresa, tarde o temprano también caería. Y así fue…las torres nunca destacan por aprender de los errores ajenos. Algunas pérdidas se lamentaron muchísimo y otras fueron aplaudidas al salir. ¡Qué triste! Recuerdo la chaqueta Adidas azul marino brilloso de Malvarez, apostaría que sigue allí, en el mismo perchero. Recuerdo los gritos de Raquel desde personal. Nunca le hizo falta el teléfono para pedir las cosas. Recuerdo a Rosa, aquella mujer de la limpieza que siempre nos trató tan bien a todos y perdió la vida por culpa de una maldita enfermedad.

De mi paso por Onzonilla me quedo con los cafés de las 10 y media de la mañana con mis amigos Pilar, Esther y Bultó. Me quedo con las Mahou de los viernes con ellos en la Bóveda. Recuerdo haber llegado a llorar de la risa en ese office lleno de tuppers con comida, sobre todo porque no hablábamos de trabajo. Nuestras vidas eran mucho más divertidas.

Trabajé en el Polígono X, en la quinta y en la cuarta planta. Trabajé en Onzonilla, en Movistar en la primera planta, en Soporte en la segunda planta y en Endesa en la tercera planta…Se puede decir que hice un largo tour por todas ellas. Deduzco que no era imprescindible en ninguna. Eso lo aprendí rápido. Por lo menos nunca me pusieron a jugar con plastilina…como a tantos otros. De la primera recuerdo la falta de ventanas y a mi compañera, que cuantas más bandejas tenía, más papeles perdía. Mira que era inútil la pobre, pero ahí seguía…como Chanquete. Digno de admirar también. Recuerdo los miles de cotilleos que pululaban por los pasillos, con lo que a mí me gustan… imposible aburrirse. De soporte recuerdo a todos los clientes a los que no pude ayudar porque no entendía la mitad de lo que me decían. Era escuchar la palabra centralita y ponérseme la piel de gallina. En mi favor diré que les colgaba rápidamente para que no perdieran su tiempo…También aprendí a decir: “Apague y encienda” y así se arreglaba todo. Ah, y recuerdo aquella chica que, para ayudarme, se empeñaba en invadir mi espacio, tocar mi ratón y la pantalla de mi ordenador… hasta el día que le dije que si volvía a hacerlo, le cortaría la mano.

Lo más importante…mantener la sonrisa telefónica

De Endesa recuerdo la cantidad de jefes que tuve, todos sentados detrás de mí mirando mi pantalla del ordenador todo el día…como si yo fuera interesante. Tenía la peor ubicación de toda la planta. De mi primera jefa en Endesa recuerdo que cuando llegaba a trabajar ya tenía 20 correos en la bandeja y todos ellos impresos sobre mi teclado en el orden que quería que los ejecutara. De la segunda recuerdo su frase: !!!!Rosa, hay que hacer!!! o lo que es lo mismo…!!!!Rosa, haz tú, que luego ya lo paso yo y me adjudico la autoría!!!Del tercero recuerdo que le molestaba muchísimo que me sobrara tiempo hasta para escribir libros…como si yo le hubiera dicho alguna vez que no me mandara más tareas para poder seguir escribiendo. Y llegó un momento en el que ya solo quería irme porque el trabajo no me proporcionaba ninguna alegría, ningún reto…todo era monótono y aburrido y era obvio que no iba a cambiar…todo…excepto el café de las 10 y media. Eso seguía siendo lo mejor. Y me fui…bueno, me echaron después de ausentarme 3 días sin justificar con un despido disciplinario…casi nada. Al cartero le dio pena darme la carta … lo vi en su mirada. Y ahí también tuve cena de despedida.

De sorpresa en sorpresa…

De mis jefes de Endesa ya no queda ninguno. A todos les ha ido mejor después, cosa de la que me alegro. A mi jefa de Soporte hace unas semanas le pusieron a coger llamadas y como nadie se presentó para cubrir el puesto, le devolvieron su cargo. En Digitex pasaban esas cosas que no pasaban en ningún otro sitio…o quizás sí. De mis jefes de Movistar queda la chaqueta de Adidas y mi amistad con una gran persona. La empresa que todo el mundo pensó que seguiría manteniéndose por inercia eternamente, terminó cayendo. Es lo que suele suceder con las cosas que no cuidas…se mueren cuando caen en manos de gente como la que está ahora que pierde los servicios por negligencia y deja 45 trabajadores en el limbo y sin ninguna explicación.

Digitex al final fue como un matrimonio con muchos altibajos. Se fue perdiendo la pasión del principio, las ganas de hacer las cosas bien. Unos se creyeron más que otros y no escucharon a nadie. Y al final, como pasa en todos los matrimonios, los únicos perjudicados… los hijos. Ojalá su final hubiera sido como el mío las dos veces que decidí irme…con una fiesta.

Y así acabó todo…de nuevo el prado vacío…mucha suerte a todos.

Published by Rosa del Valle

Contar historias es como vivir muchas vidas diferentes. Me encanta la mía, pero inventar otras es un reto que no puedo ignorar.

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